Llegue de la semana de trabajo, avente mi maleta y mochila en el sillón.
Me senté en el otro sillón, extendí mis brazos a lo largo del respaldo.
Que calor.
Me puse de pie y me dirigí a las puertas francesas que dan al patio-deck-want-to-be.
Corri las cortinas, quite los seguros de las ventanillas y las abrí de par en par.
Justo en ese momento, me sentí finalmente en casa.
Que rico se siente volver a tener un lugar que se sienta tuyo.
Esa misma tarde
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